Crónicas (calurosas) de un caminante.
Salí de mi refugio, para poder dirigirme hacia mi destino (lugar), eran cerca de las trece horas del mediodía, por tanto hacía mucho calor, intenté irme lo más apegado del camino de agua que pasa cerca del refugio.
Daba igual, era inútil, el verde alrededor del azul sólo lo hacía absorber más y más luz solar ¿quién necesita tanta luz?
Seguí subiendo la calle hasta que se puso al nivel normal de las demás calles, entonces solamente avancé. Iba un tanto distraído, la música estaban en mis oídos y no podía hacer nada más que caminar, el camino era medianamente largo, pero ya lo conocía de memoria, cientos de veces que pasé por ahí y está vez era una más de ellas.
Buscando sombras de árboles, techos, postes, vehículos automotor, toda sombra es sana, oportuna y divina, no hay nada como esconderse del sol bajo la protección de un objeto (mucho) más grande que vos.
Llegué a mi destino, era entretenido sentir el viento fresco que salía de ese lugar al abrir la puerta (porque solamente podía abrir una, la otra estaba atascada), ¿sabes una cosa? no vuelvo a ir a esta hora, es horrible y siempre termino cansado o con la cabeza (super) caliente, y dijeras tú había gente afuera, no, apenas si las veías en sus vehículos tratando de llegar a sus hogares para poder comer.
Lo bueno, lo mejor, lo delicioso de todo el viaje fue, que al volver, me esperaba un exquisito plato con espagueti digno de un rey, y por supuesto que lo acepté y degusté.
Moraleja: Siempre debes fijarte a qué hora sales a la calle, nunca falta el troll que desee deshidratarte con sus dañina luz blanca y rayos UV.
¡Oh Caleb! Tan sólo de leerte ya me sentí fatigada... Sabes, tu crónica me ha recordado una escena de "La hojarasca", cuando van caminando para sepultar al muerto y todo el calor los abruma...
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