5.29.2011

Mis estaciones.

Mis estaciones.

El amanecer de un día de primavera es estresante, las personas con alergias mueren a causa de ello, todos los demás simplemente los vemos pasar como si nada, hay regiones donde no existen épocas de lluvia, en lo personal es una introducción al verano.

Los días de verano son especiales, porque todos son molestos y hartantes, por eso, cada vez que puedo, salgo con la chica que me gusta, le tomo su mano, la beso, y si me es posible, también la abrazo. Es gracioso cómo las personas les gusta hacer pequeñas rutinas en sus vidas medianamente predecibles, ¿te lo había dicho? Espero no aburrirte ¿sabes? es porque no tengo muchas personas con las cuáles platicar, mejor hagamos ésto, cuando no estémos hablando nos besamos y cuando nos besemos hagámoslo apasionadamente.

Las tardes del otoño son entretenidas, puedes poner las hojas que caen en donde haya tierra para que sirvan un poco como abono, pero, también es entretenido jugar a no pisar ninguna, es todo un reto que siempre estoy dispuesto a aceptar, aunque lo pierda muy seguido.

En invierno las noches son increíblemente mágicas, puedes ver cómo la luna se esconde entre los desnudos árboles y el frío convierte ese rocío de la mañana en hermosos cristales de hielo, me encanta salir contigo en invierno, porque podemos visitar distintos lugares, y casi como por arte de magia, son más hermosos, más interesantes, más divertidos, y, en general, poseen más magia que lo harían normalmente en cualquier otro momento. Deberíamos de sentir el invierno más seguido, me encanta disfrutarlo contigo a cada momento.

Así es cómo yo lo prefiero.






Yo no soy.

Yo no soy.

Yo no soy un buen escritor, porque no esscribo poemas separados en estrofas y sílabas contadas; porque no he escrito una novela de setecientas páginas, porque ningún cuento ha sido publicado; yo no soy un buen escritor porque no escribo todo lo que pienso, ni pienso todo lo que escribo, y éste es un buen ejemplo.




5.24.2011

Ensayo sobre “La Monadología” de G. W. Leibnitz


Ensayo sobre “La Monadología” de G. W. Leibnitz

La primera cosa que notamos en Leibnitz, es, sin duda, (a mi parecer) esa desesperada manera de justificar a Dios como lo que es, supremo creador y, no conforme con ello, ha sido alguien excesivamente positivo, me pregunto qué dirá Leibnitz si viera la situación actual, o incluso, si hubiese vivido la segunda guerra mundial o la guerra fría.

Al igual que Descartes, Leibniz utiliza las matemáticas en su Monadología de tal manera que se soporte a sí misma. Leibnitz, tratando de explicar a la mónada, de los primeros puntos que me han saltado a la vista es el hecho de que son seres simples, indivisibles, eternas pero creadas y se guían por un principio de irrepetibilidad, no sufren cambios causados por algo externo sino solamente interno, tienen pluralidad de afecciones y relaciones. Al parecer a las mónadas creadas se les llama Entelequia.  Aborda después que las afecciones en las mónadas son percepciones, ¿las mónadas pueden tener afecciones si no interactúan con el mundo o siquiera entre ellas?

Si bien todo lo existente posee una razón suficiente, nos dejaría en una especie de “sistema cerrado”, en el cual eres “libre de elegir” si te dan ciertas opciones. Si es un Dios cristiano “en toda regla” he de decir que el hecho de conocer todo lo habido y por haber significa, desde mi punto de vista, que estamos predeterminados por él y podemos despedirnos de nuestro libre albedrío, así mismo, el principio de razón suficiente me parece también algo determinista, puesto que si todo lo existente es por una razón que solamente Dios conoce, nos dice que todo tiene un destino, y si ha tenido un destino significa que “no importa lo que haga, terminará llegando a ése punto para cual ha nacido, por el cuál está determinado”, la razón suficiente me da la impresión que es algo que se sacó de la manga Leibnitz para poder justificar la existencia de todas las cosas puesto que las mónadas no pueden interactuar entre sí, y tampoco pueden hacerlo con el universo material, pero eso si, cada una es reflejo del universo. Los seres contingentes tienen esa razón suficiente es en Dios y no en si mismos, por tanto Dios nos crea para tener un destino, además de que Dios escoge todo lo mejor para nosotros, y en dado caso en el que surja cierto tipo de episodio, escogería el menor de los males para un bien posterior. Ésta razón suficiente se encuentra en todo tipo de verdades, que Leibnitz divide en “verdad del razonamiento” y “verdad  de hecho”, no veo por qué separar las verdades en esas categorías, para mi una verdad es una verdad.

Dios es tiene toda capacidad ilimitada e infinita perfección, siendo fuente de toda existencia, de toda esencia, asumo que también es la fuente creadora de las mónadas, creador de lo posible y de lo real, si bien entonces es “creador de lo posible” notando la contradicción que implica el hecho de que lo posible no es real o siquiera está en acto; bastando para existir solamente con ser posible, ¿existen entonces todos esos infinitos mundos paralelos creados por los “hubiera”? Si bien las mónadas tienen atributos, éstas son simples imitaciones “más o menos perfectas”, no se puede ser “más o menos” perfectos, así como no se puede estar “más o menos embarazada” de los atributos perfectos e infinitos de Dios, relegando la importancia de las mónadas de cierta manera al hacerlas simples imitaciones en cierto punto, si los atributos y los accidentes son parte de la mónada y no un agregado como los accidentes para con la substancia son.

También me pregunto en qué tiene perfección criatura material creada por Dios, y a la vez tiene cierta imperfección (y por ésta es que genera y fallece). A menos que esa “parte perfecta” en el hombre sea el alma, y esté destinada a algo mejor, en éste caso, siendo el alma inmortal y reflejo de la mónada, que a su vez es reflejo del universo, en el proceso de reflexión a nosotros mismos podríamos encontrar el reflejo del universo en nuestra alma misma. Habla después que hay criaturas más perfectas que otras, hablando que los seres humanos son más perfectos aún que las demás “criaturas del señor”, despreciando desde cierto punto de vista a los demás seres vivos y no-vivos. También el cuerpo siendo solamente una máquina que se somete a las órdenes del alma humana o la divina voluntad de Dios.

Dios regula todo, controla todo de tal forma que todo quede de la mejor manera posible, en mi opinión también guiaría nuestras decisiones de tal manera que escojamos lo mejor para seguir con su plan de darnos lo mejor y a la vez cumplir con nuestra razón suficiente que solamente él conoce.

Mayor fue mi estrés cuando, después de dicho que las mónadas son seres incorpóreos, que me afirme que el único ser sin cuerpo material es Dios. Encontrar después que los cuerpos animales también pueden ser inmortales a pesar de que mueren. Por lo que entiendo que me está diciendo Leibnitz, pienso se está contradiciendo. Si bien, Dios está en relación con sus criaturas creadas por ese mismo hecho, porque fueron creadas por él, es posible, a mi parecer que las mónadas estén en relación con las demás cosas materiales por el solo hecho de ambas ser creaciones de Dios. 

Maneja una definición de estado con la cual creo estar de acuerdo, en que todos constituyen el estado en sí, en éste caso sería una teocracia, en la cuál Dios es supremo regente de todos los demás, que pasaríamos a ser sus súbditos. 


5.21.2011

La lluvia y yo.

La lluvia y yo.

Llovía, y de nada servía pedir otro clima, no lo podía solucionar, parecía que el universo se ensañaba con ella, Sara miraba despreocupadamente cómo llovía afuera de su casa, la ventana apenas dejaba pasar una visión clara por tanta agua y manchas de suciedad que tenía. Era demasiado.

La tormenta se puso peor, comenzaban los rayos a caer, se escuchaban a lo alto los truenos, ella simplemente sacó de su patio ese largo tubo que habría de servir como parte de la nueva instalación de tubería de agua para su casa. Corrió hasta la parte más despejada que encontró, un pequeño parque donde los niños habitualmente jugaban en los días soleados, y así nada más levantó el tubo con sus manos y esperó pacientemente. Lo último que creyó ver fue una luz que se acercaba a una velocidad pasmosa.


5.11.2011

No estoy sola.

No estoy sola.

"No estoy sola" se repetía la chica al salir de su casa, "no estoy sola" trataba de convencerse a sí misma. Llevaba mucho tiempo desde que nadie le ponía atención, todos la ignoraban, era interesante ver cómo trataba de hablar y los demás simplemente desaparecían en el acto.  Así era su vida diaria, ignorada, olvidada. Ella lo mínimo que quería era que la despreciaran, de ésta forma al menos alguien sabría de su existencia y tendría un sentimiento en particular para con ella. Entonces ella simplemente, un día, desapareció.

5.07.2011

El cuento del escritor

El cuento del escritor.

Había una vez un joven que quería ser escritor, entonces a sabiendas de que encerrándose en su recámara no iba a lograr escribir nada, decidió apresuradamente salir a la calle para poder ver a la gente y escribir sobre ella. No habían pasado ya más de 2 horas estando en las salvajes calles cuando se dio cuenta que no había traído lápiz ni papel, deprimido decidió volver a su casa y encerrarse por siempre en ella para que los vecinos no esparcieran los rumores de su pésima memoria.

5.04.2011

El símbolo del sistema de la cultura.


El símbolo del sistema de la cultura.

La palara símbolo es una de las más polisémicas en el sistemas de las ciencias semióticas. La expresión significado simbólico es un sinónimo de signicidad. En cierto tipo de clasificación, el símbolo se define como un signo cuyo significado es cierto signo de otra serie o de otro lenguaje. A ésta definición se opone la tradición de interpretación del símbolo como cierta expresión sígnica de una esencia no sígnica suprema y absoluta. En el primer caso, el significado simbólico adquiere un acentuado carácter racional y es interpretado como un medio de traducción adecuada del plano de la expresión al plano del contenido. En el segundo, el contenido titila irracionalmente a través de la expresión y desempeña el papel como de un puente del mundo racional al mundo místico.

Desde éste punto de vista, la naturaleza del símbolo es doble, por un lado el atravesar el espesor de las culturas, el símbolo se realiza en su esencia invariante. El símbolo actuará como algo que no guarda homogeneidad con el espacio textual que lo rodea.
Desde éste punto de vista, es indicativo que los símbolos elementales por su expresión sean capaces de contener un mayor volumen de sentido cultural que los complejos. Esto, que los símbolos más sencillos y antiguos, poseen todo el significado desde tiempos lejanos a nuestros días. Son los que forman el núcleo simbólico de la cultura, y precisamente el grado en que la cultura esté saturada de ellos permite juzgar sobre la orientación simbolizante o desimbolizante de la cultura en su totalidad. 

La oposición entre el símbolo y la reminiscencia se construye de otro modo. Procedente de las profundidades de la memoria de la cultura, aparece en la memoria del escritor y revive en el nuevo texto, como un grano que ha caído en un nuevo suelo.

El símbolo se distingue el signo convencional por la presencia de un elemento icónico, por determinada semejanza entre el plano de la expresión y el del contenido. La diferencia entre los signos icónicos y los símbolos puede ser ilustrada mediante la antítesis del icono y el cuadro. En el icono la no proyección del plano de la expresión sobre el plano del contenido entra en la naturaleza el funcionamiento comunicativo del signo. El contenido únicamente titila a través de la expresión, y la expresión únicamente alude al contenido. Desde éste punto de vista, se puede hablar de una fusión del icono con el índice: la expresión señala el contenido en la misma medida en lo que representa. De ahí cierta convencionalidad del signo simbólico.

El símbolo actúa como si fuera un condensador de todos los principios de la signicidad. Es un mediador entre diversas eferas de la semiosis, pero también entre la realidad semiótica y la extrasemiótica, es un mediador entre la sincronía del texto y la memoria de la cultura. Su papel es el de un condensador semiótico.