Sam le dijo que moviera la caja de su lugar, a
lo que Carlos protestó, haciendo eso mismo, moviendo la caja de su lugar,
desatando una masiva invasión arácnida que vivía debajo de esa caja, por lo que
Sam miró como apuñalándo a Carlos para que éste hiciera una pequeña risita y
saliera corriendo,
Corriendo como
si la nada lo persiguiese
Corrió como si
buscara significado a su vida
Corrió como si
el universo tuviera un propósito
Corrió y
corrió, y nunca se le llegó a ver, parecido a lo que le pasó a Sandra.
Ahora, a todo esto,
fue evidente que Carlos no le creyó a Sam cuando le advirtió sobre las arañas,
porque si hubiese sido en broma no hubiese levantado la caja que albergaba su
más grande fobia, aquella adquirida en esa bonita tarde de verano en la cabaña
de la montaña, aquel viaje marcó su vida, aun no estamos seguro cómo fue que
sucedió, sólo que sucedió, encontramos a Carlos llorando como si tuviese cinco
años y hubiese perdido el camino a casa cuando soltó la mano de su madre en el
desfile del día de la independencia.
Lloraba inconsolablemente mientras se
sacudía el cuerpo con las manos tratando de quitarse algo que no estaba ahí.
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